DOI: https://doi.org/10.71112/qwjxz305
2032 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 4, 2025, octubre-diciembre
El estado existencialista, sin guion ni destinado sino es lo que hace
La idea central del existencialismo dice que primero existimos y después definimos quiénes
somos. Esto significa que no nacemos con una naturaleza fija ni con un destino ya escrito; cada
persona construye su propio ser a partir de las decisiones que toma en su vida.
Transportándolo al ámbito estatal, esto significa que un Estado no nace con un
propósito divino, una suerte histórica o una condena económica predestinada; simplemente es
y surge en la historia sin justificaciones ni determinismos previos. Al igual que el hombre
empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define, el Estado carece de
una esencia a priori que dicte su éxito o su fracaso; no hay un "guion" escrito por la fortuna de
la geopolítica que lo obligue inevitablemente a la crisis o a la prosperidad, pues "el hombre no
es otra cosa que lo que él se hace" (Sartre, 1946/2009, p. 31).
En consecuencia, la identidad y la realidad actual de un país no son accidentes, sino
construcciones; el Estado deviene a través de sus actos y es, en estricto rigor, el conjunto de
sus decisiones pasadas y presentes. Sartre (1946/2009) establece que el ser humano es ante
todo un "proyecto que se vive subjetivamente", y de la misma manera, una nación se construye
a sí misma paso a paso mediante la ejecución de sus políticas públicas. Si un gobierno se
define por sus acciones y no por sus intenciones o esperanzas, entonces la situación
económica y social de un país es el producto de sus elecciones históricas; el Estado es el
producto de lo que hace, y su "esencia" actual (sea esta de estabilidad o crisis) no es más que
la suma de las decisiones que sus líderes optaron por ejecutar en el ejercicio de su libertad.
Esta libertad conlleva una carga de responsabilidad absoluta, pues si la existencia precede a la
esencia, "el hombre es responsable de lo que es" y, por extensión, el gobierno es el único
responsable de la realidad que forja para su nación (Sartre, 1946/2009, p. 33). No es permitido
refugiarse en excusas o culpar a fuerzas externas por el destino del país, dado que, al elegir un
camino de acción específico —como optar por una decisión popular en lugar de una correcta—