DOI: https://doi.org/10.71112/z6zkcw58
1841 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 4, 2025, octubre-diciembre
Empedrado comparte esta dinámica. La expansión urbana de Corrientes Capital empuja
sus límites hacia el departamento, multiplicando el valor inmobiliario del suelo y presionando
sobre espacios productivos que históricamente sostuvieron la vida rural. Autores como
Lenscak, Mansutti y el equipo del CFI advierten que estos procesos generan fragmentación,
encarecimiento de la tierra y desplazamientos silenciosos que afectan especialmente a las
economías familiares. El suelo deja progresivamente de valorarse por su productividad agrícola
para pasar a ser cotizado por su potencial urbano, turístico o residencial. Este desplazamiento
del sentido del territorio altera no solo los sistemas económicos, sino también las identidades
rurales. La creciente expansión urbana entorno a los núcleos productivos ha generado nuevas
tensiones en el uso del suelo rural, alterando las condiciones de reproducción de las pequeñas
explotaciones (Bordas, 2013).
El NEA se caracteriza, además, por un acceso desigual a tecnología y asistencia
técnica. INTA, a través de trabajos de Castro (2006), Ferratto, Rodríguez Fazzone, Andrade y
otros especialistas, documentó la brecha creciente entre sistemas productivos capitalizados y
unidades familiares con dificultades para incorporar riego, invernaderos eficientes, genética
mejorada o manejo poscosecha. En Empedrado, esta desigualdad tecnológica se expresa en
un mosaico productivo donde conviven productores con prácticas modernas y otros que
dependen de saberes tradicionales y trabajo intensivo, como señala Preda para el caso de
pequeños productores periféricos.
Asimismo, la heterogeneidad de estrategias familiares —que Goites describe como
“procesos de hibridación social”— se observa con claridad en la región: combinación de
agricultura con changas urbanas, pesca, turismo estacional, empleos públicos o
microemprendimientos. La reproducción social de las familias productoras depende, en gran
medida, del fortalecimiento de redes comunitarias y familiares que sostienen la continuidad de
las unidades productivas (Jara & Rodríguez Sperat, 2019). La pluriactividad, lejos de ser un