DOI: https://doi.org/10.71112/r0f78605
1266 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 4, 2025, octubre-diciembre
el marketing deja de ser una herramienta meramente comercial para convertirse en una
estrategia de inclusión y justicia social (Kotler & Zaltman, 1971; Andreasen, 2003).
Los talleres artesanales dentro de las cárceles permiten a los internos reconectar con
valores de responsabilidad, paciencia, cooperación y creatividad (Márquez, 2021; ONUDC,
2020). Al mismo tiempo, los productos elaborados pueden insertarse en el mercado bajo un
sello de autenticidad y propósito social, fortaleciendo la marca país y la narrativa de
sostenibilidad que Panamá busca consolidar (Chaffey & Smith, 2022; Anholt, 2007). En efecto,
la producción artesanal se inscribe dentro de la llamada economía naranja o economía
creativa, definida por la CEPAL (2020) como un conjunto de actividades basadas en el talento,
la identidad cultural y la innovación, capaces de generar empleo y cohesión comunitaria. En
este contexto, la cárcel deja de ser únicamente un espacio de castigo para convertirse en un
laboratorio de creatividad y reintegración (Florida, 2019; Howkins, 2001).
La experiencia internacional confirma el potencial de este tipo de iniciativas. En
Colombia, el programa Artesanías de Libertad ha logrado posicionar productos elaborados por
internos en ferias internacionales, generando ingresos y visibilización social (Ministerio de
Justicia de Colombia, 2021). En Chile, el proyecto Manos Libres ha integrado cadenas de valor
sostenibles que vinculan talleres penitenciarios con tiendas de diseño local (Cáceres & Tapia,
2020). En España, el programa Reinserta a través del arte combina formación en diseño,
comercialización y emprendimiento para favorecer la autonomía postpenitenciaria (Fernández,
2019). Estos ejemplos evidencian que cuando la política pública y la gestión del marketing
convergen, los resultados trascienden lo económico y repercuten en la dignidad humana y el
desarrollo sostenible (UNDP, 2018; OECD, 2021).
En Panamá, algunas experiencias incipientes de trabajo penitenciario con enfoque
artesanal han sido impulsadas por el Ministerio de Gobierno y la Dirección de Artesanías del
MICI, pero carecen aún de un modelo integral de comercialización sostenible (MICI, 2022).