DOI: https://doi.org/10.71112/pbz7ab64
194 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 4, 2025, octubre-diciembre
Eduard Seler, al respecto menciona: “Con una calavera en vez de cabeza y,
generalmente, con garras de jaguar en las manos y pies solía representarse en México cierta
variante de la diosa de la tierra, venerada en Colhuacán bajo el nombre de Cihuacóatl.” (Seler,
1963)
Debido a lo anterior, se puede apreciar la relación coexistente entre algunas deidades
de la tierra con la serpiente, incluso la misma tierra, pareció ser entendida como una capa
serpentina, en donde Coatlicue, deidad de la tierra se viste con serpientes.
La serpiente y el inframundo
La serpiente, también suele ser un habitante y conector del inframundo subterráneo a
través del agua y las cuevas, a lo que Mercedes de la Garza menciona: “Como madre cósmica,
la serpiente se vincula también con la caverna, concebida como el gran útero de la madre tierra
y como “Centro del Mundo”. Este carácter crónico de la madre tierra e inframundo que tiene la
serpiente es uno de los más importantes, a nivel universal, y de él, así como del cambio de piel,
deriva la asociación del ofidio con las iniciaciones, que implican un segundo nacimiento…”
(Garza, 1998).
De igual manera se sabe que “la cueva es la entrada al inframundo (y, por lo tanto, una
cámara funeraria), pero también es el acceso al vientre de la tierra o la boca del monstruo
terrestre. Por extensión, es el sitio donde la fertilidad puede ser propiciada.” (Manzanilla, 1994).
Esta unión de la serpiente-útero o serpiente-caverna lo podemos ver en Chicomoztoc -
“El Lugar de las Siete Cuevas”, el cual se muestra como una gran cueva o vientre con rostro de
serpiente que da origen al hombre o a los siete grupos dentro de la tradición náhuatl del Centro
de México, (Caso, 1989), (Figura 4 y 4.1).