DOI: https://doi.org/10.71112/n30rz969
1534 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 3, 2025, julio-septiembre
Además, como señala Estrada (2020), la imposibilidad de comprender o ser comprendido en
trámites legales, de salud o justicia representa una negación del derecho a la información, a la
defensa adecuada y a la participación plena en los asuntos públicos.
De este modo, se puede aseverar que la falta de acceso a una traducción adecuada en
contextos institucionales no solo representa una barrera linguística, sino una violación directa a
los derechos humanos fundamentales de los pueblos indígenas, pues los coloca en una
situación de vulnerabilidad estructural, perpetuando la exclusión histórica que han enfrentado.
El Estado, al no garantizar el derecho a la interpretación y traducción en lengua materna,
incumple con su deber de proteger el principio de igualdad ante la ley, lo cual afecta
gravemente la dignidad y autonomía de los pueblos originarios.
La Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (2003) establece que
todas las lenguas indígenas nacionales tienen la misma validez que el español y que las
instituciones del Estado deben garantizar su uso en todos los ámbitos. Sin embargo, como
advierte Martín Ruano (2018), la distancia entre el discurso legal y su implementación efectiva
evidencia una contradicción performativa: se reconocen los derechos lingüísticos, pero no se
traducen (literal ni simbólicamente) en prácticas reales de acceso equitativo.
Esta tensión entre el reconocimiento jurídico y la práctica institucional sugiere que la
traducción no es solo un instrumento técnico, sino un espacio en disputa por la visibilidad, la
legitimidad y la justicia lingüística. En este sentido, la traducción institucional no debe
concebirse únicamente como un acto lingüístico, sino como un servicio público esencial que
garantiza el derecho al acceso a la información en condiciones de equidad.
Así, cuando se habla de traducción en el contexto de los pueblos indígenas, la
traducción adquiere una dimensión ética y política, pues permite romper con siglos de exclusión
simbólica y práctica. Como plantea Lozano Ascencio (2022), traducir no es solo pasar palabras
de un idioma a otro, sino asegurar que los mensajes, las normativas, los programas de salud,