DOI: https://doi.org/10.71112/z3mczr04
1561 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 3, 2025, julio-septiembre
Hay una relación entre las figuras de sí, las narraciones y la identidad. Las figuras de sí
son formas narrativas, afectivas y relacionales en las que un sujeto se representa a sí mismo,
estas no son libres ni arbitrarias, emergen dentro de los márgenes (o en la disputa) de las
identidades socialmente asignadas. Por lo tanto, podemos entender las figuras de sí como
modos subjetivos de habitar o negociar una identidad. Cuando un sujeto se narra, no está solo
describiendo un estado emocional, está configurando una visión del mundo, de sí mismo, y de
los otros. Estas narraciones, por tanto, son formas privilegiadas de construir figuras de sí, pues
en cada narración, el sujeto adopta una posición que dice mucho de quién es y quién quiere
ser.
En contextos escolares diversos, las múltiples maneras en que los estudiantes se dicen,
reflejan la heterogeneidad de sus trayectorias, contextos y posiciones identitarias. Cada relato
refleja una figura de sí que, a su vez, se ancla en una experiencia identitaria particular. Por
ejemplo, la narración que expresa una estudiante rural, afrocolombiana, extra edad, no puede
analizarse con los mismos lentes que la de un estudiante de colegio privado, blanco, urbano.
En cada caso, las amalgamas concretas de género, clase, etnia, moldean qué se considera
correcto, o aceptable, cómo se vive y qué posibilidades tiene esa narración, de expresarse o de
ser reconocida en el contexto escolar. Si no se considera esta complejidad de la identidad, que
es igualmente válida para la diversidad de manifestaciones de sí, se corre el riesgo de
reproducir una noción idealizada del estudiante, que no es algo extraño, de hecho, una
variedad de esta reposa en los manuales de convivencia de las instituciones bajo el rotulo de
perfil del estudiante, perfil del egresado.
Esta pluralidad y su estatus hace que las identidades y sus correspondientes
manifestaciones de sí, se marquen como proscritas, marcadas y naturalizadas, esta
categorización muestra cómo las posibilidades de experimentar, expresar o incluso nombrarse
a sí mismo, a sí misma, están distribuidas de manera desigual según las posiciones identitarias