DOI: https://doi.org/10.71112/nyqjca29
1303 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 3, 2025, julio-septiembre
hombres, envió a su "único hijo" como Salvador, Jesús. Este hijo predicó en Palestina, pero los
judíos no lo reconocieron, y el antiguo Dios fue la causa de que Jesús fuera crucificado. La
muerte de Jesús, según Marción, no solo selló la ruina del antiguo Dios, sino que también abrió
el camino para la liberación de las almas y la salvación espiritual.
El principal impacto de Marción no fue teológico ni moral, sino la clara formulación de la
idea de que el cristianismo debía tener su propio libro sagrado. Al rechazar los escritos
sagrados hebreos, Marción creó un NUEVO TESTAMENTO original basado en las epístolas de
Pablo y el Evangelio de Lucas. Marción editó estos textos, eliminando los pasajes que no se
ajustaban a su visión de las enseñanzas de Pablo. Este proceso de selección de obras
consideradas inspiradas de los distintos escritos judíos y cristianos dio origen a la formación de
la BIBLIA CRISTIANA, con sus dos divisiones: el Antiguo y el Nuevo Testamento. La
congregación romana ortodoxa lo expulsó en el año 144, pero sus enseñanzas se convirtieron
en una fuente de herejías durante mucho tiempo (Easton, B. S. 1928).
La doctrina de la trinidad y su formalización
La doctrina de la Trinidad, aunque siempre considerada verdadera por los seguidores
de la tradición, solo se convirtió en un dogma después de violentas controversias.
Tertuliano, un abogado cartaginés instruido en derecho romano, fue una figura crucial
en este proceso. Él dio una respuesta a la cuestión de la relación entre el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, declarando que son "una sustancia, tres personas". Como abogado, Tertuliano
encontró en el concepto legal de "persona" la base intelectual para esta doctrina, oponiéndose
al docetismo gnóstico que negaba la unión de lo humano y lo divino en Cristo.
El primer Concilio Ecuménico de Nicea en 325, convocado por el emperador
Constantino, abordó formalmente la controversia arriana, que cuestionaba la divinidad de
Cristo. Los partidarios de la doctrina trinitaria rechazaron las sutilezas intelectuales de sus
oponentes, argumentando que Cristo no había venido a enseñar argumentos, sino a dar una fe