DOI: https://doi.org/10.71112/qg37n840
1313 Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias | Vol. 2, Núm. 2, 2025, abril-junio
un sinfín de elementos de difícil manejo para el control total de los procesos y por ende de los
resultados esperados. En palabras de Morin (1994),
La complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo
inextricable, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre... De allí la necesidad, para
el conocimiento, de poner orden en los fenómenos rechazando el desorden, de
descartar lo incierto, es decir, de seleccionar los elementos de orden y de certidumbre,
de quitar ambigüedad, clarificar, distinguir, jerarquizar... Pero tales operaciones,
necesarias para la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si eliminan a los
otros caracteres de lo complejo (pág. 17).
La afirmación que hace Morin interpela al ser humano de esta era, a la reflexión de una
nueva forma de vida, en la que tanto los procesos personales como laborales están sujetos a
los cambios inesperados de una cotidianidad vulnerable. Solis (2021), coincide al sostener que
la postmodernidad “toma la incertidumbre, lo indeterminado o el azar como elementos
importantes para el conocimiento científico, al promover la multidimensionalidad y la
multirreferencialidad en lugar de la unidimensionalidad, se le puede concebir como un
paradigma posmodernista” (pág. 41).
Significa que la perspectiva paradigmática que signa nuestra era es la posmodernista,
por tanto, las realidades sociales están permeadas de relatividad. Así que, al pretender
construir una nueva realidad empresarial se hace necesario redimensionar el conocimiento
desde los implícitos de una gerencia transformadora. En este sentido, emerge de las nuevas
tendencias, la gerencia evaluativa, como una manera de concebir la misma más que una
simple forma conducir los procesos empresariales, como una gerencia enfocada en estrategias
contextualizadas, lo que obliga a sus responsables a una reflexión permanente de los
resultados de la gestión.